Nuestros sistemas de valores tradicionales se basan demasiado en la pasividad moral y la obediencia, y en interpretaciones elitistas y masculinas del bien. Algunos de ellos se ven aún más perjudicados por un sesgo occidental y por una descripción incompleta de los valores éticos básicos. La conciencia debe convertirse ahora en una fuerza global para el bien, o podríamos perjudicarnos gravemente a nosotros mismos y al entorno natural que es nuestro único bote salvavidas, y sin el cual no tenemos futuro. La vida ética a todos los niveles -desde el individual hasta el global- es la única manera de conseguir lo que más deseamos: el bienestar más profundo, más rico y más sostenible. En el corazón de la bondad humana, de una vida encendida por la conciencia, están la generosidad, la inofensividad y la veracidad como la forma correcta y buena de gestionar nuestra vida cotidiana a todos los niveles: personal, familiar, organizativo, nacional y global. La naturaleza humana, la ciencia y nuestra variada herencia moral apoyan esta afirmación, que lógicamente conduce a un conjunto de valores fundamentales que proporcionan detalles específicos para el contenido de la vida ética.